10.07.20 Elena

Mi narración de día de la pandemia va sobre el día que se me inundó la casa: 

Ese día tuve que ir a ver a un fisioterapeuta porque me caí en la calle paseando al perro y traía el tobillo muy mal. Resultó no ser grave y me mandaron a casa con la recomendación de ponerme hielo. Fue la primer salida a un lugar cerrado (un consultorio) en más de dos meses: en el elevador había un letrero indicando tocar el botón con el codo, no con el dedo; me desinfectaron por todos lados al entrar al consultorio, al interior mil veces gel y todos enmascarados. 

Después de eso tuve un día normal de cuarentena: comer en casa, juntas virtuales, trabajo frente a la pantalla,  y me disponía a ver la transmisión de una entrevista a mi amigo Walter Forsberg en un proyecto que se llama Aquelarre Archivístico cuando se arrancó la lluvia. A los poquitos minutos Rodrigo, mi novio empezó a gritar: teníamos una cascada dentro de la casa. En ese ratito de lluvia y granizo se saturaron todas las coladeras del interior y exterior de la casa y el agua empezó a entrar por lugares por donde normalmente tendría que irse. De la coladera del baño y de la tina brotaban fuentes con mucha fuerza y en poquísimo tiempo se inundó nuestro cuarto y el agua encontró el camino para bajar por las escaleras, para empezar la invasión el piso de abajo. Intentamos bloquear la entrada de los cuartos con cobijas y todo lo que encontramos para que el agua se  fuera directo a la escalera. Abajo nos dedicamos a sacar el agua hacia el patio con  escobas. Pero en algún momento el agua que se acumulaba en el patio subió tanto, que empezó a entrar a la casa. Entonces, por un lado teníamos agua emanando de la casa y por otro un río tratando de entrar. Pensamos que la solución sería sacar el agua del patio a la calle, pero el nivel del agua en esa frontera también ya se había emparejado también. Todo era un lago. Ahí en ese momento perdí un poquito la esperanza. Mientras tanto, Galaxia (mi perra) descubrió que le divertía mucho la inundación.  Salimos a la calle y nos unimos a los vecinos para destapar las coladeras del exterior. Todos ahí sin cubrebocas, bajo la lluvia, sin distancia sana removiendo hojas con las manos y con lo que se pudiera. Finalmente el agua empezó a bajar... entonces ya pudimos sacar agua del patio y de la casa. Pasamos unas 4 horas en esa actividad, con los pies metidos en agua congelada por el granizo. A fin de cuentas pude seguir al menos ese consejo médico de meter el pie al hielo.   No tengo fotos de los momentos más espectaculares, me di cuenta que no tengo la habilidad de registrar el desastre personal en tiempo real. Sólo tengo estas imágenes post-inundación.