18.08.20 Rut
Hoy estaba pensando y no tengo idea cómo empezó todo, como cuando te revuelca una ola así nomás mientras nadabas tan tranquila, de pronto me vi encerrada con dos de mis hijas en una especie de reality show absolutamente loco y absurdo. Las noticias hablaban de una pandemia, desde Singapur hasta Honduras, películas domingueras hechas realidad, pero algo en mi cabeza no lograba acomodar ni sacar recursos tranquilizadores, en mí había una ignorancia absoluta de q hacer con esta situación a nivel práctico y emocional, era como si me explicaran en hebreo física cuántica. Por más q busquaba parámetros para medio entender lo q estábamos viviendo, nomás no encontraba. Q había un virus híper contagioso, feroz, malévolo; q un chino comió sopa de murciélago y le dió un gripón de los q matan, q la única manera de estar a salvo es lavarte las manos cada vez q respiras y no salir de casa. Sopa de murciélago? Por?!!! Ante esto la gente, q es muy rara, empezó con bombardeos de acciones a realizar: haz tiktoks, estudia algo, ponte fit, siembra, aprovecha este tiempo, cocina, escribe, pero yo simplemente no podía moverme del sillón. Haciendo un esfuerzo brutal similar a escalar el Popo descalza, y por querer estar a la moda y con el ritmo de los facebooknautas, me inscribí a un curso de ilustración y a otro de escritura a los cuales asistí a 2 clases por Zoom, dándome por vencida y aceptando q mi proceso era otro, aún necesitaba tiempo de sillón. Así estuve como un mes, queriendo entender sin lograrlo y con mucha culpa y bastante miedo. Neta? Sopa de murciélago??! Pegada a Netflix, absorta, compulsiva con cualquier serie. Sin poder leer, no podía concentrarme. De pronto muy poco a poco, como gotera de lavabo mal cerrado empecé a sentir una especie de libertad desconocida, por primera vez no había prisa de nada: se come cuando llega el hambre, se duerme cuando el cuerpo lo pide y, así, empezó un gozo sin culpa q nunca había experimentado. Una especie de vacación única de esas q se quedan guardadas en las fotos. Delicia armónica de cumplir las necesidades a su tiempo y no forzar por haber un horario impuesto. Córrele, desayuna, apúrate q no llegamos, se nos hace tarde, arréglate para la cita, todo eso había desaparecido. Y eso era totalmente nuevo y francamente delicioso. La vida siendo vida en lo básico. Otra cosa q descubrí fue lo poco preparada q estaba para una cuarentena, digamos q la famosa lección de “nunca des nada por hecho” la he vivido en carne propia, habitándola desde q comenzó esto. Si en Año Nuevo para amanecer 2020 me hubieran dicho q venía esto y q me preparara con todo para estar guardada 5 meses, hubiera llegado igual de mal preparada q como llegué ese 17 de marzo cuando empezamos a quedarnos en casa por las noticias q nos llegaban desde el otro lado del mundo. Jamás pensé q la vida nos diera una lección así de contundente, no son bombardeos, ni es trauma post-terremoto como los días q siguieron a los 19 de septiembre (ufff, me sigue impresionando q hayan sido el mismo día). Regreso al tema. Si no hubiera tanta gente querida con pérdidas tan significativas por este bicho, podría decir q es uno de los mejores episodios de mi vida. Aprender a vivir así, en pandemia, donde regresamos a lo básico, donde todo es más simple por el lugar privilegiado en q me encuentro, valorarlo y agradecerlo, veo q no es así para todos y está muy cabrón ser observadora de otras vidas y ver la necedad general de regresar a lo de antes, con urgencia tal q salen a la calle aferrándose a una realidad q hoy te puede matar. La confrontación conmigo y con mi realidad, aplastante y complicada, así en cada casa. El tema de la falta de abrazos y el no contacto presencial con la gente q amo es el reto mayor y la tarea más intensa de la pandemia, esto aún no termina. De verdad? Sopa de murciélago??!