22.08.20 Berta
Nuestro oxímetro y otras novedades
-¿Me prestas el oxímetro? S. tiene fiebre y dolor de garganta.
-Te lo llevo.
-¡No, tú no salgas! Va I. por él.
Siento envidia al ver a Funi echada al sol.
Hemos adoptado el código 2020. No es tanto que usemos nuevas palabras, aunque sí, también: Covid, por ejemplo, o “falso Covid”, del que hemos sufrido varios casos. El asunto inquietante es que palabras que solo conocía el personal médico, ahora son de uso común. Mi bisnieta, de menos de 4, habla del coronavirus como si hablara de Funi o de la zanahoria. Para ella, simplemente así es la vida: con perros, zanahorias y coronavirus.
En cambio, a mí, a mis setenta, el nuevo léxico me toma por sorpresa. La vida no incluía pandemias, quiero decir, eran de otros tiempos. Tampoco confinamientos, cubrebocas de tres capas, pruebas PCR, zooms, clases en línea o cifras diarias de contagios y muertes… ¡Y yo que creía que me quedaban pocos asombros por vivir!
Pero yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa. Solo entrar y la repisa donde antes lucía solita la vasija de cerámica, hoy está atiborrada de sprays desinfectantes Uphoria, botellas de gel con alcohol, cubrebocas y caretas y toallitas para limpiar las patas de Funi de regreso de nuestro paseo diario, esquivando a la gente que ha decidido no usar cubrebocas.
Hasta mi edad ha tomado un nuevo significado. Cuando se dio la discusión sobre si debían dejar morir a los mayores de 60 para que los jóvenes aseguraran el acceso a un ventilador, me pareció indignante que nos trataran como desechos, aunque luego de pensarlo, creo que accedería con resignación a ceder mi lugar a una persona en la flor de la juventud o de la madurez. ¿Aunque fuera un violador o un asesino? Mejor dejarlo al azar.
Las palabras no hacen sino nombrar la realidad que se percibe. ¿Cómo es eso de que el cuidado mutuo implica no vernos o vernos a distancia? Ya van 5 meses y no acabo de acomodarlo. La emoción que me produce todavía no tiene nombre.
Lo de S. fue otro falso Covid, por suerte. El oxímetro regresa a la repisa de la entrada. Llueve a cántaros y Funi, aterrada por los truenos, se esconde en el clóset. Quisiera refugiarme con ella para hablar de nuestros miedos.