25.05.20 Jennifer Tyburczy

Día 70 en cuarentena y el día en que Derek Chauvin (y tres otros policías a su lado) mató a George Floyd in Minneapolis, Minnesota

Yo en San Diego, California. Tengo todo lo que necesito con un chingo de privilegio y todavía los demonios del pasado reaparecen en el presente manifestando en mis cambios de humor, en mis pesadillas, y en los dolores del cuerpo, especialmente una extraña aflicción en mi brazo izquierdo que no había sentido por muchos años y que solo aparece en momentos de alto estrés. Hago mi yoga, mi meditación, mi ejercicio, me pongo mi máscara religiosamente, lavo mis manos mil veces al día, fumo mi mota, prendo mis velas, y me quedo lejos de todos salvo de mi pareja y mi perrita mientras intento a escribir un libro. 

 

Solo rompí con la cuarentena el 30 de mayo para las protestas a favor de Black Lives Matter y en memorial de George Floyd (y Breonna Taylor y Tony McDade,  apenas tres nombres de personas negras asesinadas recientemente por la policía en los EE. UU.). Rompí con la cuarentena porque el riesgo de la supremacía blanca en nuestra sociedad es más grave que el COVID-19. Rompí con la cuarentena porque este privilegio que tengo de tener chamba y tener casa tiene que servir para algo más grande que yo, mi salud, mi seguridad, una mujer disidente en sexualidad y blanca en piel. Rompí la cuarentena porque, como la Collectiva Combahee River —una colectiva negra feminista, socialista, y lésbica— escribió en 1977: “Si las mujeres negras fueran libres, significaría que todxs los demás tendrían que ser libres.” La supremacía blanca es una de las causas de esta pandemia y la pandemia de COVID-19 nos muestra y exacerba el funcionamiento de la supremacía blanca. Las protestas nos llaman a las calles para enfrentar la mayor amenaza a la salud de nuestro tiempo y que ha estado matando a personas negras durante 400 años: la pandemia del racismo. 

 

Regreso a la comodidad de mi casa después de la protesta y soy testigo a un grupo de protestantes atrapadxs por la policía con sus tanques y armas justo afuera de mi ventana. El sonido de las balas de pimienta rasga la noche típicamente pacífica. Mientras escucho, siento tanto esperanza como miedo. Temor por aquellxs que pueden ser arrestadxs esta noche o que pueden enfermarse o morir en dos a tres semanas a partir de ahora si el coronavirus enferma sus pulmones o riñones, o cualquier otro lugar del cuerpo en el que pueda viajar esta aterradora enfermedad astuta. Y, sin embargo, sé que la supremacía blanca toma y tomará más vidas de las que cualquier pandemia podría o tiene. El racismo es más mortal que el Covid-19. En contra de la explosión de los botes de gas lacrimógeno y el estallido de las balas de goma, escucho gritos de “No Justice, No peace,” “Black Lives Matter,” y estoy quieta, me atrevo a decir (¿) esperanzada (?), a pesar de que el número de muertos por el coronavirus superan los 100,000.

 

¿Es sorprendente que en los dos países donde la policía actúa más como un ejército de ocupación que aterroriza a las comunidades pobres, negras e indígenas, a saber, los Estados Unidos y Brasil, la respuesta de COVID-19 ha sido la más mortal?

 

¡Black Lives Matter/Las Vidas Negras Importan!

¡Defund the Police/Desfinancia a la Policía!